En Ucrania, los embarazos subrogados son un servicio que prestan varias empresas por ser legal en el país. A diferencia de otros lugares de Europa como Alemania o Francia, en donde las barreras legales son mucho más exigentes.

Infantes que nacieron por vientres de alquiler están siendo refugiados en hoteles y estaciones de metro subterráneas en medio de los bombardeos en Ucrania. Debido al cierre de fronteras, los padres de estos niños no han podido entrar a buscarlos, y mucho menos llevárselos del país hacia un lugar más seguro.

Muchos padres que no han podido gestar optan por hacerlo en territorio ucraniano porque los precios son más bajos que en Estados Unidos.

Según una crónica publicada por ‘The New York Times’, el vientre por alquiler cuesta en promedio USD 15 mil . En Ucrania, el salario mínimo oscila en los USD 3 500.

Cómo reunir a los padres e hijos

Sin embargo, el problema yace -o uno de los diversos problemas-, en que estos infantes recién nacidos no han podido reunirse con los padres que contrataron este servicio.

Debido al cierre de fronteras, cualquier extranjero que quiera entrar a Ucrania debe pedir un permiso especial del Ministerio de Interior.

Se enfrentan, además, a tener que volver a países donde el estatus nacional de los bebés no está claro, pues en la mayoría de países de Europa Occidental no se reconoce a quienes pagaron el alquiler de vientre como los padres del niño.Según un reportaje de la radiodifusora de la ‘BBC’ sobre este fenómeno, publicado en medio de las cuarentenas estrictas en la pandemia, los padres al ser donantes de esperma sí pueden ser reconocidos como los padres de los recién nacidos. Pero para las madres es necesario que, al llegar al país de residencia, hagan el proceso de adopción legal.

En el mismo reportaje se reconocía que este servicio es común en el país de Europa Oriental debido a los niveles de pobreza en su población. Las madres subrogadas.

Un reportero de ‘The New York Times’ habló con una de las mujeres que prestó el servicio de alquiler de vientre. Su nombre es Anna, pero su apellido ha permanecido anónimo para poder dar su testimonio.

“Realmente no quiero abandonarlo, pero tengo que salvar dos vidas”, explicó la ucraniana.

Se refiere a que debe buscar alguna manera de ponerse a salvo a sí misma, al bebé que lleva en el vientre y a su hijo de nueve años. En medio de la guerra que empezó el 24 de febrero, su esposo es uno de los soldados voluntarios que se han armado para defender a su país de la embestida rusa.

Los padres del hijo que lleva en el útero son provenientes de China, pero no han podido entrar a Ucrania debido al conflicto.

“Espero que para cuando deba dar a luz se haya acabado la guerra”, afirmó.