Así fue como un grupo de residentes de diferentes etapas de la ciudadela La Pradera, ubicada en el sur de Guayaquil, se unió para evitar que al menos 25 vendedores informales sean retirados, como ya ha ocurrido en las últimas semanas. No se aguantaron y salieron de sus viviendas en defensa de lo que consideran una pieza crucial del barrio: una feria libre que se asentó en el lugar hace más de 30 años.
En el área de estacionamiento, en las manzanas D15 y D16 de la segunda etapa, la feria aterriza los miércoles y domingos, donde se vende de todo, desde mariscos hasta vegetales. Se instalan ya sea en puestos o, desde pequeños camiones, se parquean a la espera de la clientela, que prefiere comprar aquí y evitar trasladarse hacia otros mercados.
Del barrio para el barrio, sin quejas de insalubridad, ya que dejan el espacio público limpio, es como resume el morador Edilberto Simisterra al mercadillo, que se aloja en el horario de 07:00 a 14:00. Y es por este motivo que, argumenta, el Cabildo debería permitir su funcionamiento, pues sus vecinos lo aprueban.
“Los metropolitanos ya los han sacado, pero no saben el daño que nos hacen; toda una vida ha estado la feria aquí y ahora la ahuyentan, obligándonos a salir a otros lados”, agrega el residente, al recordar que los más “perjudicados” son los adultos mayores, quienes ven en el sitio el mejor ‘supermercado’ a su alcance.
Los que residen en la segunda etapa no son los únicos que frecuentan la feria. Paralelamente, lo hacen los de la tercera, como es el caso de Anita Sabando, quien da pausados pasos hasta llegar a comprar las frutas o legumbres.
Ella rechaza que los policías metropolitanos o patrullas de la Agencia de Tránsito y Movilidad (ATM) deambulen por la zona y los retiren del estacionamiento, por lo que sugiere que se les autorice la venta. Con eso concuerda Zoila Mera, una de las vendedoras, quien asegura que hace un mes se intensificó la visita de los uniformados.
En el vecindario hay ciudadanos como Mayra Gutiérrez que concuerdan que hay obras urgentes en las que la entidad debería poner sus ojos, como es el caso de la inseguridad, mejoras en las peatonales y aceras. “¿Ya ha visto cómo están las calles de esta ciudadela? ¿Esperan que cada vez haya más peatonales cerrándose por la delincuencia? Allí es que debe aparecer el Municipio y no achacar a la feria, que la mayoría la aprobamos”, sentencia la mujer, quien solicita, además, rondas policiales.
Con ella concuerda Pedro Guachamboza, comerciante y dirigente barrial, y quien asegura que ha enviado, en las últimas semanas, oficios al Cabildo para que les autorice la venta, al menos hasta que se construya un mercado en la parroquia Chongón. Se lamenta al decir que, sobre la solicitud, no ha obtenido una respuesta.
Que la comunidad se levante en defensa de una feria libre, obedece a muchos factores, sobre todo porque Guayaquil debería contar con supermanzanas. Eso lo tiene claro el urbanista y planificador urbano Luis Alfonso Saltos, quien resume que la existencia de esta es parte de la tradición y forma de vida de los barrios.
De igual manera, esta también funciona como mecanismo para mejorar la economía barrial y la seguridad urbana, más ahora en el marco de una reactivación económica pos-COVID-19.
“Varias ciudades del mundo han apoyado que se mantenga y se han convertido en atractivos turísticos como San Telmo en Buenos Aires (Argentina)”, concluye el también académico.
