Con escombros. Así permanecen hoy las gradas laterales de la iglesia. Toda esta semana, parte del techo se ha caído. El desplome más fuerte fue hace dos días, tras la misa de la mañana.

La feligrés Lucy Armijos esta resignada ante la falta de respuesta municipal y el abandono en el que están los bienes patrimoniales en la ciudad, ahora no hace más que incluir en sus rezos a la iglesia Nuestra Señora del Carmen, más conocida como La Victoria, ubicada en las calles Quito y 10 de Agosto, y que de a poco se va derrumbando.

“No quisiera ser negativa, pero sé que el techo se caerá. Está débil, con grietas y se descascara. Por eso pido, por eso ruego que cuando venga la caída grande, que parece que no tarda en llegar, no haya nadie en el sitio… Ante falta de ayuda, mis ruegos ahora se resumen a ello, ¿es triste, no?”, señaló la ciudadana, quien ayer, más que impactarse, lamentó ver que una hilera de las bancas del templo no podían utilizarse, porque precisamente sobre ellas, el pasado martes, habían caído unos enormes trozos de cemento.

Cintas amarillas que advertían del peligro dieron ayer la bienvenida al lugar, y en el piso y sobre las gradas, pese a que ya se había hecho limpieza, se podía ver fragmentos regados. Y es que en la madrugada otro pequeño colapso se había reportado.

Frente a ello, ayer, el sacerdote Diego Cortés, párroco de la iglesia, la segunda más grande del Puerto Principal, que empezó a construirse en 1934, mostró cada uno de los daños que tiene; y que se registran desde el año 2016, tras el terremoto. En el sitio se encontraba también el concejal Héctor Vanegas (independiente), quien ha venido solicitando a la Alcaldía crear una ordenanza para preservar los bienes patrimoniales de Guayaquil, cuya petición no ha sido tomada en cuenta; y esta vez fue llamado para que una vez más plantee la situación en el Concejo Cantonal, que tampoco se ha referido al tema.

“Necesitamos ayuda, ya no sabemos qué hacer”, precisó Cortés al hacer hincapié en que hace seis años se reportaron ya las primeras fisuras y frente a ello pidieron soporte al entonces alcalde Jaime Nebot, quien se comprometió a hacerlo.

“Él dijo que lo reconstruiría, solo nos pidió que nos encarguemos del pago de los estudios y lo hicimos. Nos costó $ 25.000, un dinero que obtuvimos a punta de rifas, venta de comidas, pero que a la final se perdió porque pasó el tiempo y no se hizo nada… En este tiempo, hemos tratado de reparar lo que podemos, pero no es fácil. Y es que hay tantos huecos que cuando llueve, cae más agua adentro del templo que afuera. Estamos devastados”, precisó, al revelar que hace dos años, en 2019, informaron de la situación a la alcaldesa Cynthia Viteri, y dos años después, en 2021, pidió hacer otro estudio que no hizo más que confirmar que los daños alcanzaban ya el millón y medio en reparación.

“El piso se hunde, hay tramos que parecen ya una canoa. Por la avenida Quito pasan vehículos pesados y ante el mínimo movimiento, todo se mueve y todos nos asustamos. ¿Tiene lógica vivir así? ¿Tiene lógica no auxiliar un bien que es parte de la historia?”, sentenció Johanna Salazar, quien forma parte del ministerio de música de la iglesia, y cada vez que se presenta pasa mirando al techo para constatar que no está en riesgo.

La misma reacción tienen quienes entran y salen del santuario, quienes se sientan -en algunos casos- al filito de la banca mirando de reojo que nada caiga y se ven obligados a orar con los cinco sentidos bien puestos para reaccionar ante cualquier imprevisto. “Últimamente hasta me pierdo en los rezos. Y es que no me concentro porque afino el oído, a tal punto de que escucho hasta el pasar de las hojas de los libros de otros visitantes. Ante el mínimo sonido, tengo la sensación de que me cae un bloque… Así no podemos estar”, se quejó Rosalía Suárez, quien hizo una parada en la iglesia, como cada semana lo hace. 

Ante esta realidad, los feligreses exigen a Viteri actuar, y hacerlo por el simple hecho de que la estructura marca un antes y un después en el legado de Guayaquil. “Frente a esta iglesia, en el Parque La Victoria, se suscitó la guerra de Jambelí. Salimos victoriosos, de ahí el nombre, de ahí el concepto, el orgullo, la fuerza de este patrimonio…”, señaló María Teresa Orellana, feligresa y miembro de la iglesia

El pasado martes, durante la rendición de cuentas anual, la alcaldesa se refirió al tema, reconoció saber del estado en el que se encuentra la Victoria. Habló del presupuesto que se debe invertir, pero señaló -una vez más- que es el Gobierno el ente encargado de responder por los trabajos, debido a que aunque les cedió la competencia de los bienes, lo hizo sin darles el presupuesto.

Pero para Vanegas, quien ayer durante la sesión del Concejo volvió a pedir que se cree administrativamente la Dirección de Patrimonio Cultural para que se haga el censo de todos los bienes y de esa forma se pidan los valores al Gobierno central, la Alcaldía debe priorizar este problema sobre otros.

“¿Qué están esperando? ¿Acaso que alguien muera? Así como pintaron los postes de Urdesa, prioricen esta obra. No voy a tolerar más que otro inmueble se caiga. Yo no estoy sometido a ningún partido. Voy a seguir hasta el cansancio. Al patrimonio hay que auxiliarlo y punto. Nada más”, señaló.

Según dijo Vanegas, la visita que ahora hizo a La Victoria es apenas una de las que hará en los bienes patrimoniales y culturales de la ciudad. “Como ciudadano me he propuesto y comprometido a recorrer cada uno de estos sitios, a fin de constatar cuáles y cuántos están en riesgo de derrumbarse. A estos se los deberá atender, es mi compromiso como concejal, es lo que todos deberíamos hacer”, sentenció.