Con predicciones más rápidas y precisas, este nuevo modelo de inteligencia artificial anticipa ciclones, olas, contaminación y más con días de ventaja.
Un avance sin precedentes en la meteorología está captando la atención del mundo científico. Se trata de Aurora, un modelo de inteligencia artificial desarrollado para predecir fenómenos climáticos con una precisión que supera los sistemas tradicionales. Según un estudio publicado el 21 de mayo en Nature, Aurora utiliza aprendizaje automático para generar pronósticos en segundos, incluyendo trayectorias de ciclones tropicales, niveles de contaminación del aire y comportamiento de las olas oceánicas.
A diferencia de los modelos físicos convencionales, que requieren complejas simulaciones matemáticas y horas de procesamiento en supercomputadoras, Aurora aprende directamente de millones de horas de datos atmosféricos. Esto le permite realizar predicciones más exactas y a mayor velocidad, incluso a escala local. De hecho, el sistema predijo correctamente la trayectoria del tifón Doksuri con cuatro días de anticipación, cuando los modelos oficiales fallaron.
“Han superado una barrera histórica”, afirma Peter Dueben, líder del grupo de modelado del sistema terrestre del Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo. Aurora, además, puede ser ajustado para distintas tareas específicas, gracias a su diseño como modelo base de IA. Esto significa que no solo predice el clima, sino también riesgos ambientales que afectan directamente a la salud y la seguridad de las personas.
Este tipo de avance cobra especial relevancia en un contexto de crisis climática y reducción de recursos para entidades como el Servicio Meteorológico Nacional de EE. UU., que recientemente sufrió recortes presupuestarios. Mientras tanto, Microsoft ya integra las predicciones de Aurora en su aplicación MSN Weather, marcando un hito en la colaboración entre tecnología y servicios públicos.
Aurora no es el único modelo basado en IA, pero sí el primero en demostrar una ventaja clara frente a los métodos tradicionales. Su desarrollo, que tomó apenas ocho semanas, podría cambiar para siempre la forma en que anticipamos tormentas, reducimos riesgos y salvamos vidas. La era del pronóstico inteligente ha comenzado.