Los familiares llegaron a Turi desde la madrugada en busca de información. Algunos pudieron acercarse a las instalaciones de la cárcel, pero horas después, cuando se bloquearon los accesos, solo podían mirar lo que ocurría desde las montañas cercanas.

Escenas de angustia e incertidumbre predominaron entre las familias que se ubicaron en los exteriores de la cárcel de Turi, mientras se observaba a presos en la azotea a lo largo del domingo 3 de abril del 2022, cuando una nueva masacre provocó la muerte de al menos 20 reos.

A la espera de información oficial sobre el número de fallecidos y sus identidades, las personas pedían que evacúen a los internos y controlen a los presos de máxima seguridad. Gritaban que querían asesinarlos.

Los familiares mostraban carteles blancos y algunos mensajes para advertir que sus vidas corren riesgo, dado que un grupo de presos habrían roto paredes para llegar hasta donde están ellos.

Luego de las 16:30, los policías y militares que llegaron a controlar la situación en la cárcel lograron ingresar y empezaron a evacuar a las personas que se encontraban en los pabellones donde se registraron los hechos violentos, pero también a los que permanecían en los pabellones no conflictivos.

La angustia crecía por el tiempo que tomaba levantar e identificar los cadáveres. Hasta las 14:00, había 12 cuerpos identificados, que fueron llevados al Centro Forense. En la noche el número ascendió a 20.

Los allegados reclamaban a las autoridades información sobre la situación de las personas adentro. Sobre todo porque a lo largo del día se escuchaban detonaciones y se veía a los internos caminar por las terrazas, a donde también acudían los policías para lanzar gas lacrimógeno en un intento de controlar la situación.

Los familiares de los detenidos también cuestionaron la falta de seguridad para impedir el ingreso de armas, incluso largas, que son exclusivamente de uso militar. Las autoridades detectaron que los presos tenían fusiles de guerra.