La violencia delictiva y el crimen organizado que se viven a diario en la Zona 8 (la integran Guayaquil, Durán y Samborondón), particularmente en el Puerto Principal ya lleva en menos de cuatro meses, 21 menores de edad (menores de 18 años) que han sido víctimas colaterales de ajustes de cuenta.

Y resulta escalofriante al comparar esa cifra con la registrada el año pasado. Casi cuatro veces más que los hechos ocurridos entre enero y abril de 2021, cuando fueron 6.

El coronel Henry Herrera Limaico, jefe de la Dinased de la Zona 8, revela que entre las víctimas figuran menores de entre 14 y 17 años, quienes han fallecido por diferentes motivos, pero la causa más fuerte es microtráfico. “Se ha multiplicado la injerencia de adolescentes en el tema de criminalidad”, resalta el oficial, al señalar que no se trata de pobreza lo que lleva a menores de edad a involucrarse con bandas delictivas.

“Lo que vemos acá es un cambio cultural, una ideología de los jóvenes en involucrarse en ese tipo de cosas porque saben que es un ingreso fácil, aunque el riesgo es la muerte”, destaca el oficial, al parangonarlo con lo que antes se escuchaba que querían ser de adultos la mayoría de chicos. Ahora “quieren ser cabecillas de banda, quieren ser los duros de una organización, por eso le digo que es un cambio cultural”, insiste.

Para el sociólogo Carlos Tutivén, catedrático de la Universidad Casa Grande, los niños y adolescentes son víctimas directas y colaterales de la violencia delincuencial cotidiana.

“Directos, cuando las mafias eligen a los adolescentes como victimarios a los que se supone que la justicia nos les aplicará las sanciones que corresponderían a delincuentes adultos. Colaterales o indirectos, cuando estos jóvenes o niños viven en los mismos ambientes familiares o barriales donde se producen las ‘vendettas’ o los crímenes diarios”, explica el profesional.

El problema de fondo, añade, “es que no existe ningún sistema vigente de protección de niños, ni uno educativo o social que prevenga, o al menos les presente alternativas de vida. Los niños aprenden de lo que ven y hacen los adultos. Y cuando ya están inmiscuidos, nadie los ayuda a salir de esos vicios ni los trata psicológicamente de los traumas que seguramente tendrán en sus vidas”.

El coronel Herrera expresa que la labor que ellos realizan es solo reactiva. Les toca realizar las investigaciones de los hechos criminales. En sus manos no está hacer una labor preventiva. “Primero, porque no tengo la capacitación para manejar a adolescentes y niños (…), pero sí necesitamos recuperar a esa juventud, son los más vulnerables y propensos a incursionar en estos eventos, a    veces hasta por curiosidad”, manifiesta.

Y aunque la Policía ha notado ese incremento de menores de edad en organizaciones delictivas, no pueden especificar que existan más o menos en determinadas bandas criminales como Los Lobos, Lagartos, ChonerosChone Killers, Ben 10, las más mencionadas en los últimos años.

Lo que sí tienen claro es que reclutan a menores porque son “maniobrables”, inimputables y su trato en los centros de internamiento es distinto al que reciben los adultos en la cárcel.

Reformas

La policía cambia edad en controles

La incursión de menores de edad en organizaciones delictivas y de microtráfico de drogas ha llevado también a la Policía a cambiar sus estrategias.

Según el jefe policial, el perfil de control ya no está supeditado solo a mayores de 18 años. “Tuvimos que reducir el rango etario para hacer los controles a personas menores de edad. Y ya no solamente a los varones, sino también a mujeres”, explica el coronel Henry Herrera, al notar ese cambio en el modo de operar de la delincuencia.